Según explica Mª Encarnación Fernández López en su libro “Moraleda de Zafayona desde sus orígenes” es más que probable que el nombre de nuestro pueblo se deba a la abundancia de moreras destinadas a la industria de la seda en lo que en la antigüedad se conocía como Campo de Zafaiona.
En cuanto al término “zafayona” algunos autores como Malpica Cuello y Rodríguez Moreno señalan que podría proceder del árabe Fa al-ayun que significa “fuentes”.
Prehistoria y Edad Antigua
La ocupación antrópica en nuestro territorio se inicia en el Bronce Argárico Tardío (1450-1300 a.C.) en el paraje conocido como Cerro de la Mora, localizado en la llamada Depresión de Loja, Surco Intrábetico, situado en la vega norte de Granada, a unos 4 kilómetros del actual núcleo de población de Moraleda.
El origen de la Mora se atribuye a los procesos de intensificación económica acontecidos a lo largo del segundo milenio, cuando determinadas comunidades se establecieron en lugares de gran potencial agrícola, como las riberas del Genil.
Durante el Bronce Tardío (1300 a 1200 a.C) se inicia un cambio en las bases económicas que continuará durante el Bronce Final (S. X -750 a.C.) estas bases se concentraron en determinados grupos y en lugares estratégicos de la Cuenca del Genil, como el Cerro de la Mora lo que conllevó que las tradicionales castas artesanales que hasta entonces habían trabajo el cobre fueran sustituidas por otras más poderosas, que se dedicaron al comercio o al bronce. Éstas últimas convirtieron a la Mora en un centro productor de importantes artículos metalúrgicos de bronce (espadas de lengua de carpa y fíbulas de codo).
En las estructuras arquitectónicas de esta época se constata una menor presencia de zócalos de piedra, alzados vegetales y revestimientos de adobe y un mayor empleo de cabañas de maderos exteriores, cuyas techumbres sostenían con postes. El asentamiento se amplió entonces hasta las laderas más bajas del cerro con la pretensión de rentabilizar al máximo los intercambios que el Genil propiciaba.
En el instante en el que el poblado prehistórico del Cerro de la Mora inicia el contacto comercial con las primeras colonias mediterráneas fenicias y con Tartessos comienza la Fase Orientalizante Antigua que se extenderá desde mediados del S. VIII (750 a.C.) hasta finales del siglo VII a.C. (675 a.C.). En este periodo se propicia el asentamiento de colonizadores fenicios en el poblado. Coexistiendo las importaciones de cerámicas fenicias realizadas a torno y las cerámicas indígenas que seguían fabricándose a mano. En cuanto a los aspectos constructivos se usan adobes sobre zócalos pétreos en construcciones cuadradas o rectangulares.
Hasta el año 600 a. C. continúan manteniéndose estas importaciones frente a una reducción de la vajilla tradicional prehistórica. Nuestro yacimiento pasa a ser centro de distribución de artículos procedentes del mundo semita y de redistribución de productos agrícolas y derivados indígenas.
Gracias a los conocimientos orientales adquiridos y a su puesta en práctica, en el periodo Ibérico Antiguo (600-550 a.C.), surge una nueva civilización, la cultura ibérica.
Cultura dotada ya de elementos como el torno de alfarero, la metalurgia del hierro, derivados agrícolas (aceite y vino), sistema de escritura (alfabetización y concreción de signos), usos crematorios perfectamente consolidados y una cerámica completamente separada de los prototipos fenicios.
La sociedad ibérica estructurada en grupos sociales bien diferenciados hacen del asentamiento de la Mora uno de los principales “oppidum” o núcleo de ocupación básico del que dependerán otros asentamientos. En este momento el Cerro de la Mora puede ser considerado una ciudad, con un grupo importante de población, un espacio arquitectónico estructurado en calles y espacios públicos.
A mediados del siglo VI a.C. y hasta mediados del siglo III a.C. tiene lugar la fase Ibérica Plena en nuestro yacimiento. En este periodo el hábitat se mantiene aunque se reestructura con una nueva área de fortificación que cubre elevaciones más bajas hacia occidente, dando más solidez al conjunto.
A partir de mediados del S. III a.C. la presencia itálica empieza a hacerse cada vez más fuerte, nos encontramos ya en el periodo Ibérico Reciente (250-175 a.C.) donde las influencias romano-republicanas son ya evidentes en la sociedad ibérica.
El periodo romano comprendería desde 175 a.C. hasta el Siglo III d.C., dentro de éste, la fase altoimperial seria la más importante en cuanto a ocupación romana del yacimiento.
Algunos autores como González Román apuntan la posibilidad que en esta zona se situara una “civitas” romana de nombre ignoto.
Durante esta fase los pobladores reutilizaron y reformaron las edificaciones ibéricas, configurando un núcleo ruralizado que no consiguió mantener el estatus que los íberos habían conseguido tiempo atrás para la Mora. Las nuevas formas latifundistas de explotación y sometimiento de los pobladores íberos por parte de los conquistadores romanos llevaron al declive total del poblado de la Mora a favor de nuevos asentamientos en torno a distintas villae rústicas romanas situadas en las proximidades de los ríos Genil y Cacín.
Edad Media
Durante el siglo V d.C. y buena parte de VI d.C. la actual provincia de Granada estaba dividida en dos provincias distintas, Carthaginensis y Baetica, sistema administrativo heredado de la época imperial.
El territorio moraleño se incluía en Baetica y su población estaba en su mayoría compuesta por hispanoromanos y algunos grupos reducidos de visigodos.
El sector económico preponderante era la agricultura, que agrupaba a los pequeños campesinos en aldeas “uici“o en grandes propiedades”uilla”.
En esta época se sitúa la necrópolis del Cortijo de Buenavista donde se encontró un sarcófago de granito junto a una serie de tumbas construidas con ladrillos y tégulas y otras excavadas en la roca.
Durante los siglos VIII al XIII, época de dominación musulmana las tierras de Moraleda o” Campo de Zafayona” estuvieron ligadas a la ciudad de Loja.
Entre los siglos IX y X d.C. vuelve a ocuparse el Cerro de la Mora de manera puntual constituyendo un pequeño núcleo rural (Román Punzón).
Edad Moderna
Tras la Reconquista llevada a cabo por los Reyes Católicos a mediados del siglo XV, el territorio de Moraleda paso a pertenecer a Granada y su administración se llevó a cabo a través de Chimeneas.
En 1752 el Catastro del Marques de la Ensenada recoge por un lado la población de el Cortijo de La Moraleda cabeza de partido del General de Zafayona, que lindaba por Levante con los Cortijos de Láchar y Tajarja, por el Norte con el de El Chaparral, por el poniente con el Cortijo de Lujan y por el sur con los Cortijos del Turrillo y Ornizeros. Tenía una huerta con árboles frutales como parras, granados, higueras, morales y algunos olivos.
Por otro lado aparecía el partido nombrado como General de Zafaiona que comprendía distintos cortijos.
El sistema latifundista era el predominante en la época, lo que conllevaba una organización clasista de los grupos de población.
Edad Contemporánea
Hasta el año 1835 Moraleda de Zafayona no alcanzará tu total independencia gracias al Real Decreto promulgado bajo la regencia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias.
Casi un siglo más tarde del Catastro llevado a cabo por el Marqués de la Ensenada, en 1847 el ilustrado Pascual Madoz describe a Moraleda o Moraleda de Zafayona como un lugar con ayuntamiento, en provincia, diócesis audiencia territorial y capitanía general de Granada.
Situada en la falda de una colina, en la que había 80 cuevas que servían de albergue al vecindario, hallándose construidas en su base algunas casas.
Por aquel año Moraleda contaba ya con escuela de niños y otra de niñas, una fuente, la Iglesia Parroquial de San Marcos y una ermita de San Sebastian.
Incluía además algunos de los cortijos que el Marqués de la Ensenada recogió años antes en su famoso Catastro.
A la espalda de la colina, Madoz sitúa el campo de Zafayona utilizado en aquella época como pasto para el ganado. La mayor parte del terreno que comprendía el pueblo estaba sin cultivar, produciendo sólo tomillo y esparto.
La zona de cultivo de dedicaba a la producción de cebada, habichuelas y maíz. La población era de 435 vecinos y 466 almas.
En la primera mitad del siglo XX Moraleda sufría pobreza y escasez. La mayoría de sus habitantes continuaban viviendo en el Barrio de las Cuevas en condiciones muy precarias, sólo la incipiente burguesía poseía casas y tierras.
La Guerra Civil y la Postguerra no mejoraron la situación de nuestro pueblo. Habrá que esperar a la segunda mitad del siglo XX para alcanzar cierto nivel de mejoría en la economía local, gracias a la contratación llevada a cabo para obras de infraestructura como el canal del río Cacín, la construcción del barrio de Loreto, etc.
Las casas comenzaron a ser cada vez más numerosas en detrimento de las cuevas.
A principios de los años 60, las fuertes inundaciones provocaron el hundimiento de la mayor parte de las cuevas, dejando a unas 250 familias sin hogar.
Para paliar esta situación se construyeron albergues provisionales (las casillas) que empezaron a ocuparse en 1966, cambiando de este modo para siempre la distribución de nuestro municipio y su crecimiento hacia el Cruce de Moraleda.
El final del siglo XX con la Transición Política y el posterior y actual periodo democrático ha sido sin duda el de mayor prosperidad en el ámbito social, económico, cultural de nuestro pueblo, sentando las bases del progreso del siglo XXI.